Anega mis oídos,
un diluvio de verdades.
El fuego encerrado en mi pecho,
medroso se asoma por los poros.
Por las ventanas de mi mente
entran y salen palomas blancas,
alguien las invita y alimenta,
revolotean, revolotean, revolotean.
Mientras,
mis oídos siguen inundados.